Para mi, la definición de equipo de baloncesto es la suma de un número determinado de jugadores unidos con un objetivo común. Un grupo de jugadores no constituyen necesariamente un equipo en si mismo. Es fácil encontrarnos con intereses personales que nos desvían de la meta a lograr. Es entonces cuando el entrenador debe guiar a todos sus jugadores por el camino correcto para conseguir un EQUIPO.
Este ha sido mi fin principal esta temporada, inculcar que todos los pequeños detalles que nos apartan de nuestros objetivos debíamos corregirlos. Es díficil hacer entender que cada decisión que tomamos como parte de un colectivo es extensible al resto de personas que lo constituyen. Algunos jugadores piensan que con sus decisiones erróneas sólo son ellos los afectados y se equivocan, esto último si son capaces de reconocer su error.
Son muchos los factores que alteran nuestra búsqueda del equipo y que luego se ponen de manifiesto en la pista cuando competimos. Es el entrenador que con su metodología y unas normas concretas debe reconducir al grupo. Este trabajo me ha ocupado toda la temporada, por encima de la técnica individual o la táctica colectiva, mi principal inquietud era conseguir ver un equipo cada día que iba a entrenar.
Ahora que la competición concluyó, he de decir que conseguí en gran parte lo que me propuse pero ni mucho menos en su totalidad. Para ello, no recuerdo cuantas autoevaluaciones me he hecho durante el año, ni cuantos cambios en mi planificación, pero por encima de ganar o perder me quedará la satisfacción de ver a mis jugadores unidos y poniendo lo mejor de cada uno de ellos al servicio del colectivo.
A todos mis jugadores, Alvaro Martín, Cristian Vélez, Samuel Ayoso, Javier Gutiérrez, Jesús Navarro, Rubén Pérez, Antonio Ruiz, Carlos Ruiz, Isaac Toro, Gonzalo Jiménez y Santiago Brea les agradezco su paciencia hacia mi persona.